26 de diciembre de 2024

La domesticación de los setentistas

Las «biografías no autorizadas» constituyen un subgénero periodístico al que recurren autores oportunistas, ansiosos de figuración y de dinero. Son producciones menores que suelen interpelar el morbo de lectores que no leen, y pronto pasan a las mesas de saldo; y de allí, al olvido.

Sin embargo, en ocasiones aparece una perla en medio de tanto material desechable. Es el caso de Almirante Cero, el libro de Claudio Uriarte publicado en los 90 y reeditado una década más tarde, cuando una muerte absurda ya había puesto fin a la existencia de este periodista autodidacta que había transitado desde las cercanías de la izquierda nacional en su adolescencia hacia el cinismo posmarxista en la madurez, pasando en el medio por la Organización Comunista Poder Obrero y por la redacción de Convicción, diario confeccionado por detenidos de la ESMA para promover la candidatura presidencial de Massera.

Yo diría que la «biografía no autorizada» de Uriarte es un lúcido ensayo de filosofía política que mantiene el ritmo de una novela de intrigas. Hay que leerlo, disfrutarlo y conservarlo en la biblioteca.

A modo de muestra, acá van unas pocas líneas referidas a las relaciones de Massera con el exilio montonero y la derechohumanización de los revolucionarios:

«Massera era consciente de que el enemigo volvía arropado con la bandera de los derechos humanos, pero eso le convenía, porque sabía que esas ropas, adquiridas a toda prisa en las oficinas de las Naciones Unidas y en los centros de solidaridad internacional con las víctimas de la represión en la Argentina, constituían la prueba más palpable de que ese enemigo estaba desarmado y desnudo. El primer desarme había sido militar. El segundo desarme empezaba a ser ideológico, porque los izquierdistas exiliados, para lograr la solidaridad internacional, debían invocar su condición de refugiados y perseguidos, y al convertirse en eso abandonaban su condición de combatientes y asumían la bandera de los derechos humanos de Carter. El dilema ideológico de los exiliados era terrible, porque, de un lado de la frontera, estaban Videla, Massera y los Grupos de Tareas, y, del otro, los esperaban la administración Carter y los gobiernos de Europa occidental para asimilarlos a la ideología burguesa bajo el manto de la solidaridad internacional. Como en la Argentina nunca habían experimentado una democracia verdadera y durable, era frecuente que terminaran deslumbrados por el estilo de vida político de los países donde se asilaban y comenzara a operarse en ellos una genuina transformación política. Advertían cada vez más que la cultura militar en que habían sido formados constituía un anacronismo, y la atmósfera ultrasectaria de que se dotaban las organizaciones exiliadas para contrarrestar esta gradual descomposición ideológica no hacía más que expulsar a los militantes con más fervor hacia las políticas de conciliación con la democracia formal. El enemigo de Massera estaba desarmado, y el combatiente reconstruido con la forma de defensor de los derechos humano. Ya no reclamarían una transformación radical de la sociedad, sino solamente que se los respetara. Massera aspiraba a ir captando la buena voluntad internacional mediante la lenta seducción de los militantes de derechos humanos y los familiares de desaparecidos».

Bien presentado el derechohumanismo como deriva natural y continuidad del triunfo de la contrarrevolución en los setenta. Aunque, claro, hay otras derivas posibles, como la encarnada por el propio Uriarte, que de haber seguido viviendo posiblemente hoy sería una mezcla de Jorge Asís, de Fernández Díaz y hasta de Quique Fogwill. Los modos que tienen las clases dominantes de capturar a quienes alguna vez las desafiaron, son infinitos.

Gustavo Cangiano.

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