3 de enero de 2025

Perón y la cultura patria

Nos vamos a ocupar, en este artículo, específicamente de la cultura en el pensamiento filosófico de Juan Domingo Perón. Para ello visitaremos definiciones del propio líder. Hacemos esta aclaración –obvia, por cierto- porque algunos “intelectuales orgánicos”, de tendencia peronista, pontifican acerca de la concepción cultural del Peronismo, pero ciñéndose poco y nada a la doctrina originaria. Tal vez por el complejo de inferioridad impuesto por la academia liberal y la intelectualidad progresista que siguen considerando al Peronismo un “significante vacío”. Prescindir de la doctrina originaria es caer en la deformación y en la conceptualización de autores que ponen en boca de Perón lo que este jamás dijo ni pensó. La vigencia de los clásicos es permanente. Para ser peronista hay que pensar con Perón, interpretarlo con lealtad doctrinaria. Sin embargo, desde 1974 a la fecha, se inventaron varios “peronismos” estimulados por quienes carecen de identidad peronista o reniegan de ella. Es el mentado negocio de gestores culturales y otras yerbas.

Primer acercamiento

El 12 de octubre de 1947, con motivo de celebrarse el Día de la Raza, Perón pronunció un discurso en la Academia Argentina de Letras. Señaló: ”Al impulso ciego de la fuerza, al impulso frío del dinero, la Argentina, coheredera de la espiritualidad hispánica, opone la supremacía vivificante del espíritu”.

En un par de líneas, Perón define su pensamiento. El materialismo (capitalista o comunista) queda descartado in totum. Prevalece la dimensión espiritual del Hombre. Por el espíritu somos trascendentes, nos liberamos de la inmanencia pedestre, venimos del Creador y a él retornamos. Principio y fin del ciclo vital humano.

¿A cuál espiritualidad hace referencia Perón? A la espiritualidad hispánica. He ahí toda la concepción cultural de la doctrina originaria permanente, hoy olvidada.

Reconocer a España como Madre Patria significa –acota Perón- adherir a la cultura occidental: ”Porque España aportó al Occidente la más valiosa de las contribuciones: el descubrimiento y la colonización de un nuevo mundo ganado para la causa de la cultura occidental”.

Y añade: ”Su empresa tuvo el signo de una auténtica misión. Ella no vino a las Indias ávida de ganancias y dispuesta a volver la espalda y marcharse una vez exprimido y saboreado el fruto. Llegaba para que fuera cumplida y hermosa realidad el mandato póstumo de la Reina Isabel de ´atraer a los pueblos de Indias y convertirlos al servicio de Dios´. Traía para ellos la buena nueva de la verdad revelada, expresada en el idioma más hermoso de la Tierra. Venía para que esos pueblos se organizaran bajo el imperio del derecho y vivieran pacíficamente. No aspiraban a destruí al indio sino a ganarlo para la fe y dignificarlo como ser humano”.

De ese modo, “la historia, la religión y el idioma nos sitúan en el mapa de la cultura occidental y latina, a través de su vertiente hispánica, en la que el heroísmo y la nobleza, el ascetismo y la espiritualidad, alcanzan sus más sublimes proporciones”.

¿Qué ocurriría si olvidáramos la herencia hispánica? Perón responde: ”Si la América española olvidara la tradición que enriquece su alma, rompiera sus vínculos con la latinidad, se evadiera del cuadro humanista que le demarca el catolicismo y negara a España, quedaría instantáneamente baldía de coherencia y sus ideas carecerían de validez”.

Sin embargo, la progresía posmoderna plantea obsesivamente la deconstrucción de la herencia cultural hispánica que nos da identidad y personalidad histórica. Ha tenido éxito. Ya que las élites intelectuales enquistadas en el Peronismo impusieron su agenda neocolonial a través de la ideología de género.

Con su don de profecía, Perón advertía hace casi 80 años: ”El sentido misional de la cultura hispánica, que catequistas y guerreros introdujeron en la geografía espiritual del Nuevo Mundo, es valor incorporado y absorbido por nuestra cultura, lo que ha suscitado una comunidad de ideas e ideales, valores y creencias, a la que debemos preservar de cuantos elementos exóticos pretendan mancillar.”

A renglón seguido, subraya: ”Comprender esta imposición del destino, es el primordial deber de aquellos a quienes la voluntad pública o el prestigio de sus labores intelectuales, les habilita para influir en el proceso mental de las muchedumbres. Por mi parte, me he esforzado en resguardar las formas típicas de la cultura a que pertenecemos, trazándome un plan de acción del que pude decir –el 24 de noviembre de 1944- que ´tiene, ante todo, a cambiar la concepción materialista de la vida por una exaltación de los valores espirituales”

Compartimos nuestra herencia cultural con los demás pueblos de la Patria Grande. Argentina sola, aislada, enclaustrada en el Sur del Continente, no tiene destino. Por eso, Perón destaca: *”Los pueblos de la Hispanidad también constituimos una unidad y también vivimos dominados por la pasión patriótica. Tenemos mucho en común que defender: unidad de origen, unidad de cultura y unidad de destino. Vivimos hermanados por vínculos de idioma, de religión, de cultura y de historia. Estas identidades deben impulsarnos a una empresa universal que desbordando límites geográficos aislados integra la verdadera unidad espiritual de los pueblos hispanos”.

Segundo acercamiento

El fundador del Justicialismo le reservaba a la universidad un papel sobresaliente en la afirmación “de una conciencia nacional histórica”. Para ello los claustros superiores debían promover la “ciencia pura” y no la “ciencia verbalista”. Perón deseaba que las universidades fueran auténticos “centros de investigación” en todas las áreas del saber.

”He dicho en otra ocasión que las universidades no deben limitar sus tareas a la formación de profesionales, sino que deben cumplir paralelamente los fines más elevados de fomentar la cultura y realizar la investigación científica de altos vuelos”, explicaba el 14 de noviembre de 1947.

La tarea científica, en el ideal patriótico peronista, ha de encaminarse hacia el bienestar social. ”Es muy interesante –advertía el Líder- que las conquistas de la ciencia lleven el beneficio a una o a unas determinadas personas; pero es mucho más importante que se beneficien todas ellas. Entre un arquitecto que sepa construir un hermoso rascacielos y otro que ponga su conocimiento al servicio de la solución del problema social de la vivienda, que agobia al mundo, es este mucho más útil que aquel. Lo mismo se puede decir de todas las actividades profesionales”.

Por eso, el imperativo cultural trasciende la dimensión del “tener” y se manifiesta plenamente en la dimensión del “ser”. Dice Perón: “Creo firmemente que la cultura es determinante de la felicidad de los pueblos, porque por cultura debe entenderse no solo preparación moral y arma de combate para sostener la posición de cada hombre en la lucha cotidiana sino instrumento indispensable para que la vida política se desarrolle con tolerancia, honestidad y comprensión”.

Vemos en Perón, entonces, que la cultura es invención humana puesta al servicio de la buena vida. El hombre culto es el que cumple su misión vital en una comunidad organizada, es decir, en una Patria Justa, Libre y Soberana. Empero, la Patria realizada demanda de sus hijos que preserven su personalidad histórica: ”(…) cuando una Nación recupera su ser nacional; cuando un país se reencuentra después de haberse diluido en tanteos triviales e influencias extrañas a su tradicional modo de ser, la cultura se convierte en fuerza de inimaginable proyección”.

Es así que ”(…) la cultura se forma por tradición y por enseñanza, y se conserva en bibliotecas, museos y archivos, perfeccionándose por la conjunción de sus factores integrantes, a saber: el hombre en su afán de superación; la sociedad en su progreso evolutivo nacional y el Estado como expresión de sus componentes y en cumplimiento de su irrenunciable misión educadora”.

La personalidad histórica de la Patria Argentina es continuadora de la cultura greco-romana y de la epopeya colonizadora de España. Fueron los españoles, según el Líder, los que trajeron esa cultura milenaria a América, “sembrando con su fe, su lengua y su sangre, semillas de esa cultura cuya posesión muchos ignoraban. Y sus romances y canciones, sus tradiciones y sus costumbres, saturados de siglos de civilización, son captados por aborígenes que viven una vida atrasada en muchas centurias. Así, en el folclore del Norte Argentino, en lengua aborigen se cantan interpretadas con forma singular, antiguas leyendas medioevales europeas, y un buen día, un feliz día un soberano que vive en otro continente crea una Universidad en Córdoba del Tucumán a imagen y semejanza de la de Salamanca. Y así se realiza el milagro que nos hace legatarios de la cultura clásica”.*

Perón recuerda que la declaración de la independencia política dio entrada a “todos los vientos de opinión” y a todas las luces y sombras del saber”. Se lamenta que “buena parte del gran legado cultural que recibimos de España lo hemos olvidado o lo hemos trocado por advenedizos escarceos introducidos a la par por los potentados que dilapidaban sus fortunas en ciudades alegres y cosmopolitas y regresaban cantando loas a su propia disipación, y por los vencidos de los bajos fondos de cualquier parte del mundo, que llegados a nuestras playas y a fuerza del número y por obra del contacto directo y constante con nuestro pueblo lograban infiltrarle un indefinido sentimiento de repudio de las manifestaciones espontáneas de todo lo tradicional hispano-criollo”.

Y acota el Líder: ”Así, la literatura, la ciencia, el derecho, la filosofía, el arte, han adquirido formas híbridas, difusas y apagadas; siendo cada día menor el sentido de grandeza y el afán ascensional que ha de animar a las verdaderas creaciones del espíritu para que alcance realmente atributos de universalidad y perennidad”.

Más adelante, señala: ”Del maridaje de dioses y de héroes, filósofos y artistas de la Vieja Atenas; de los reflejos imperiales de la antigua Roma redimida por el Signo de la Cruz; de la fusión de la ley de Dios y el derecho de Roma que supo amalgamar con sentido ascético y caballeresco nuestra Madre España ha de salir de nuestra tierra americana, por la unión entrañable de su ancestral señorío y nuestra esplendorosa juventud, la nueva fórmula humanística que eleve al hombre a las más altas cimas de la civilización moderna”.

Compenetrado del legado hispano-criollo y reconociendo a España como Madre Patria, Perón exalta: ”Pasaron los siglos del olvido y las horas de ingratitud. Nosotros, los argentinos, tus hijos predilectos, hemos labrado en el frontispicio de nuestras Universidades una leyenda de imperial resonancia, una leyenda de filial gratitud y de sabor hogareño, una leyenda que dice: No se pondrá jamás el sol de nuestra cultura hispánica”.

Definitivamente, Perón plantea los términos de la tarea a emprender para llevar a la práctica la herencia cultural recibida de España: ”Ahora lo que nos toca hacer es incrementarla, pulirla, elevarla. Hemos de pasar de la etapa primera asimiladora de cultura a la de creadores de cultura. Hemos de sentar las bases de un porvenir esplendoroso. Vivimos la rara fortuna de poseer una poderosa fuerza económica y unas inagotables reservas de fuerza moral. El interés de la fuerza patria exige que la Universidad argentina sea un luminar potente que penetre en las inteligencias de todos los argentinos y arroje haces de luz hacia el exterior. Que la fecunda labor pastoril y agrícola sea ampliada con la obra industrial, y ambas completadas y ennoblecidas con un empuje formidable en el terreno de la cultura”.

Tercer acercamiento

En 1974, en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, Perón retoma la matriz doctrinaria de los conceptos culturales vertidos casi 30 años atrás. La coherencia es absoluta. Insiste con custodiar la personalidad histórica de la Patria, del hombre argentino. No somos un injerto desteñido de la cultura europea ni “una híbrida fusión de múltiples fuentes”. Somos una identidad nueva.

El Líder considera que ”el hombre no es un ser angélico y abstracto. En la constitución de su esencia está implícita su situación, su conexión con una tierra determinada, su inserción en un proceso histórico concreto. Ser argentino significa también esto: saber, o al menos intuir, que ser lúcido y activo habitante de su peculiar situación histórica, forma parte de la plena realización de su existencia. Es decir, habitante de su hogar, de la Argentina, su Patria”.

”Por lo tanto, aclara, lo que realmente distingue al argentino del europeo o del africano es su radical correspondencia con una determinada situación geopolítica, su íntimo compromiso moral con el destino de la tierra que lo alberga, y su ineludible referencia a una historia específica que perfila lentamente la identidad del Pueblo”.

De ese modo, en la inteligencia peronista, el hombre argentino es único e irrepetible, situado en un tiempo particular de la historia del mundo y, además, tiene una identidad propia, permanente. Su personalidad nacional, avasallada por el colonialismo cultural, que se vale de instrumentos tecnológicos para consumar su faena de penetración ideológica. La destrucción de valores tradicionales es uno de los efectos perniciosos consumados por la importación de modelos ajenos a la historia de nuestro Pueblo.

Perón denuncia el predominio de una sinarquía cultural, “como coincidencia básica de grandes potencias que se unen –a despecho de discrepancias ideológicas- en la explotación de los pueblos colonizados». Cincuenta años después luchamos –en desigualdad de condiciones, por cierto- contra la globalización cultural posmoderna, que, coincidiendo con aquella sinarquía cultural de los años 70, también posee ”el mismo materialismo en la visión del hombre, el mismo debilitamiento de la vida del espíritu, el mismo desencadenamiento de la mentalidad tecnocrática como excluyente patrón de cultura, la creciente opacidad del arte y la filosofía, la distorsión o aniquilación de los valores trascendentes”.

Sin mencionar, de forma explícita, la herencia cultural hispánica, el Líder alude a ella elípticamente. Hace hincapié en que ”es hora de comprender que ya ha pasado el momento de la síntesis, y debemos –sin cercenar nuestra herencia- consolidar una cultura nacional firme y proyectarla al porvenir”.

Y detalla: ”La gestación de nuestra cultura nacional resultará de un herencia tanto europea como específicamente americana, pues no hay cultura que se constituya desde la nada, pero deberá tomar centralmente en cuenta los valores que emanan de la historia específica e irreductible de nuestra Patria. Muchos de tales valores se han concretado en la cultura popular, que, como todo lo que proviene de la libre creación del Pueblo, no puede menos que ser verdadera”.

Es la creación inmanente del Pueblo la que adquiere especial relevancia en el actual contexto de globalización cultural posmoderna. Perón destaca que el Pueblo despliega “su misteriosa creatividad, que lo convierte –además- en testigo insobornable. Testigo que hay que escuchar con humildad, antes que intentar imponerle contenidos que él no reconoce como constitutivos de su ser y enraizados en la estructura íntima de su extensa Patria grávida de futuro”.*

Reflexiones finales

El pensamiento cultural de Perón, su esencia filosófica, se mantuvo inalterable a lo largo de tres décadas en las que maniobró con solvencia intelectual y éxito político. Representante egregio del legado hispano-criollo, el Líder plantó bandera tantas veces creyó que era necesario, para despejar dudas o reivindicar la identidad originaria del Justicialismo. Esas líneas directrices que encontramos en la matriz doctrinaria de su elaboración teórica, siguen vigentes. Un repaso pormenorizado de ellas nos deja el sabor amargo de la derrota. La Argentina soberana, con su cultura patria, agoniza en un campo minado de vulgaridades, sometida por la dictadura del relativismo, con la ideología de género como nave insignia de la globalización cultural posmoderna.

Pero ninguna batalla cultural perdida es perpetua. Mientras queden criollos peronistas, la cultura en el ideal patriótico definido por Perón seguirá latente, velada en montes de ñandubay, en pastizales pampas, cual montoneras al acecho, tacuaras al viento, divisa punzó, esperando el entrevero, para volver intactos y devolverles el brillo a las estrellas federales en el Cielo del Pueblo. Liberado.

Horacio E. Poggi

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