Quo vadis
Recesión pavorosa. El relato libertario comienza a sufrir serias averías y el país estaría encaminándose hacia una crisis generalizada de proporciones impredecibles. La luna de miel de Milei con su electorado es un plazo fijo a punto de vencer. Se cayó el jactancioso pacto de Mayo anunciado, con bombos y platillos, en la inauguración de las sesiones ordinarias. La Ley Bases continúa empantanada en el Senado. Varias provincias se encuentran al borde del estallido social. Misiones es un ejemplo. La paz cambiaria se picó. Escalaron todas las cotizaciones del dólar. Al cierre de esta edición, el blue superaba los 1.300 pesos. Economistas de distintas tendencias ideológicas coinciden en que una nueva devaluación sería letal para la estabilidad institucional, porque desencadenaría protestas callejeras en cadena. Las refriegas con el presidente español Pedro Sánchez y las payasadas en el Luna Park no alcanzan para tapar una realidad compleja, desafiante y al borde del colapso económico. Circo sin pan. Reconocemos que Milei hace lo que piensa, es auténtico, audacia no le falta. Sin embargo, su fundamentalismo teórico lo lleva a cometer errores políticos garrafales. Con la antipolítica se pueden ganar elecciones, pero no sirve para gobernar. Gobernar es un arte. Todo de ejecución. Demanda equipos técnicos, racionalidad, coherencia, seriedad. Capacidad de persuadir al que piensa distinto en el Congreso. Máxime cuando el oficialismo necesita formar mayorías para aprobar sus proyectos. Asimismo, observamos que el país carece de política exterior. La diplomacia de la agresión permanente solo reditúa conflictividades inútiles. ¿Quo vadis, Milei? Si fuera un economista dedicado a exaltar las virtudes de una versión del liberalismo, saltando como un canguro por el mundo y zamarreando a la progresía decadente, la discusión quedaría reducida estrictamente en el ámbito privado. Pero es presidente de la Nación Argentina. Y sus decisiones, comentarios o vaivenes doctrinarios inciden sobre la vida de millones de compatriotas. ¿Estaremos a tiempo de detener la tragedia en ciernes? En gran medida, depende del propio Milei y de su elenco ministerial. Dios quiera que lo iluminen las fuerzas del cielo y no las del infierno. A la oposición, también.