El Modelo
El régimen libertario se propone transformar la matriz productiva de la Argentina. Menos industrias y más producción primaria y servicios. La apertura de importaciones apunta a “reconvertir” sectores o a fundirlos. Pero un país condenado a depender del campo, con los riesgos que esto conlleva, tengamos en cuenta que la soja en 2024 tocó precios mínimos inimaginables, queda en una encerrona por los efectos sociales concurrentes. La tecnificación de la agricultura expulsó mano de obra hacia los centros urbanos y sus periferias. La pregunta surge de suyo: ¿el camino virtuoso que propone el régimen es la exclusión y la desocupación? Funcionarios oficialistas se jactan del crecimiento económico, padre de la desigualdad. Responden que el mercado se encargará de redistribuir costos y beneficios. Paralelamente, un Estado irresponsable de la cuestión social abandona a los ciudadanos a la buena de Dios. La educación y la salud públicas, tarde o temprano serán taladas por la motosierra, dejando a millones de argentinos enfermos y analfabetos. Por otra parte, la reforma previsional que se prepara busca equiparar la edad jubilatoria de hombres y mujeres en 65 años, eliminar los regímenes de excepción y definir un sistema híbrido, con esquema de reparto y capitalización opcional. El freno a la insensibilidad y a la represión debe provenir de la práctica democrática y esperanzadora. La histeria progresista a ningún lado nos lleva, excepto a debates sectarios, en el que sesudos comunicadores y psicoanalistas devenidos en sabios de la tribu, se devanan el cerebro tratando de descubrir si el régimen libertario es fascista o una nueva extrema derecha. Algunos artistas impulsan salir a la calle a escuchar a la gente para organizar la bronca. Flor de sorpresa se podrían llevar. El 56% que aupó a Milei en la Casa Rosada sigue confiando en el Presidente por sus aciertos en el descenso de la inflación, el desalojo del piqueterismo rentado y el ordenamiento de las cuentas fiscales. ¿Y el Movimiento Nacional Peronista? Cristinadependiente, aturdido y conurbanero, en la sala de espera.