Las aguas bajan turbias
El plan de lucha de la CGT, puesto en práctica apenas el gobierno libertario comenzó a implementar el brutal ajuste de las cuentas públicas, alcanzó su punto de inflexión con el paro del 9 de mayo. El sentido común indica que los caciques de la central obrera tendrán que barajar y dar de nuevo. Analizar si la medida de fuerza resultó adecuada, si el alcance que tuvo era el esperado, si esta metodología extrema es la correcta para el momento económico-social que vive el país. Realizarle dos huelgas generales, en apenas 150 días, a una gestión no peronista, deja mucha tela para cortar. Abre la caja de Pandora. La crisis de representación sindical es aprovechada por los inquilinos de la Casa Rosada y la denominada oposición dialoguista. A nadie escapa que la imagen de los sindicalistas acapara un pronunciado deterioro. Más del 70% de la sociedad repudia a quienes deberían defender a los trabajadores dando testimonio de vida acorde a la misión que sus afiliados les han encomendado. Por lo tanto, la imposibilidad que tuvieron millones de argentinos de cumplir con sus tareas cotidianas, por la falta de medios de transporte, ha vigorizado la campaña antisindical. ¿No la vieron? En la Capital, el 83% de los comercios atendió normalmente. En algunas provincias, el paro fracasó. Por ejemplo, en Tucumán. En el Gran Buenos Aires, hubo movimiento en la calle y arreciaron comentarios desfavorables a los sindicalistas. Negar esta realidad fortalece la continuidad de la barbarie libertaria. En tanto, sigue pendiente la construcción de una alternativa democrática. Será responsabilidad del Peronismo, o no será. Pero ¿qué es hoy el Peronismo? ¿Quién lo conduce? ¿Cuál es su Proyecto de Nación? Urge una respuesta inmediata de parte de la dirigencia del Partido Justicialista. “¡Todos los incurables tienen cura / cinco segundos antes de su muerte!”. Almafuerte.