Zapatín sigue contando estrellas
Bernardino Bossini apenas superó los 70 años y su memoria prodigiosa nos lleva a los orígenes del Pueblo, en primera persona. Hijo de Bartolomé Antonio Bossini y de doña Stella Maris de la Vega, es el tercero de doce hermanos. Cursó los estudios primarios en la Escuela Nº 5. Peoncito en el tambo de los Etchart. Barrendero del Cine. Vendedor de infantiles ilusiones en el almacén de ramos generales de Don Antonio Félix Bossini.
Hacia 1963, Arnaldo Baleani le puso Zapatín. Arnaldo era chofer de un viejo camión Chevrolet bautizado «El Churrinche», perteneciente al corralón de Don Antonio Félix. Como Bernardino andaba mal calzado, Don Antonio Félix le regaló un par de zapatos que le quedaban un poco grandes. En aquella época, en uno de los tantos circos que arribaron a estos pagos, actuaban dos payasos, uno era Patita y el otro, Zapatín. De ahí provino el cariñoso apelativo.
Hincha fanático de Racing Club. Habla pausado, sabe manejar los tiempos de la conversación. Su dicción es prolija y el timbre de su voz, varonil. Vecino heredero de la prestancia, el respeto y la fina ironía –a veces melancólica- de los marianenses de antaño, Bernardino alterna su labor comercial con la del ciudadano comprometido. Pertenece a la estirpe progresista de los Isidro Cordero (h) y los Adrián Sartori. Por citar a dos baluartes de la sociedad civil local. Delegado Municipal hacedor, como sus tíos Víctor Salvador y Ángel. Pionero en la difusión de nuestra historia. Integrante del grupo fundador del Club de Leones desde el 21 de noviembre de 1975 y, desde el 5 de abril de 1979, secretario de la Asociación Cultural Sanmartiniana.
En la década de 1980 fundó el periódico Realidad de Merlo, que circuló muchos años en la zona junto con Realidad de Marcos Paz. Autodidacta. “Ha leído mucho, por eso habla y escribe tan bien”, le comentó a este cronista alguna vez Inés Cordero, su Maestra de la vida. Lleva publicadas ocho ediciones del libro Remembranzas, en el que sobresale una poesía cristalina, cargada de emoción lugareña, hermanando el pasado con el amor, la nostalgia con el futuro, la mundanidad con Dios.
Zapatín, a edad temprana, era soñador, ya despuntaban en él su vocación poética y su pasión sanmartiniana por la Patria. El Zapatín de los días felices solía tenderse en el césped, durante las noches de verano, a contar estrellas. El paso del tiempo no ha modificado su utopía celeste. Aunque él no lo diga, nosotros sabemos que las sigue contando…
Dr. Horacio E. Poggi, Amigo de Zapatín